La radiación emitida por el Sol comprende una gama continua y muy extensa de longitudes de onda que van desde los rayos gamma a las ondas de radio, pasando por los rayos X, ultravioleta (UV), visible, infrarrojo (IR) y microondas.
Una parte considerable de la radiación UV procedente del Sol es absorbida a su paso por la atmósfera. El ozono es el principal responsable, impidiendo, de esta forma que dicha radiación especialmente dañina para los organismos biológicos, alcance la superficie terrestre. Sin embargo, la radiación UV también tiene efectos beneficiosos para animales y plantas, ya que una parte de dicha radiación interviene en la función fotosintética de los vegetales y en la síntesis de la vitamina D, elemento fundamental para el adecuado desarrollo de la estructura ósea en los vertebrados y especialmente en el hombre.
Se puede subdividir el espectro de la radiación UV en tres zonas, cuyo comportamiento ante una disminución de ozono es muy distinto: la UV-A (320-400 nm), que es la más cercana a la región visible del espectro, la UV-B (280-320 NM) y la UV-C (para longitudes de onda inferiores a 280 nm).
El ozono prácticamente no absorbe la radiación UV-A, las radiaciones UV-C son completamente absorbidas por el ozono y las UV-B son extraordinariamente sensibles a cambios en el contenido de ozono en la atmósfera.
Existe una relación entra la dosis de radiación UV-B recibida y la aparición de lesiones oculares y cutáneas, desde la simple quemadura solar, hasta el cáncer de piel. Esta relación no está cuantificada con precisión, pues la incidencia depende de una serie de factores, como son el color y tono de la piel, los hábitos de vida y el lugar de residencia.
Las macromoléculas orgánicas, y en particular el ADN, que son las portadoras del código genético, son muy sensibles al incremento de estas radiaciones, por lo que una disminución en la concentración de ozono en la atmósfera podría tener efectos mutágenos sobre muchas especies, cuyas consecuencias para el ecosistema mundial no están suficientemente estudiadas.
La fotosíntesis vegetal también podría ser ligeramente inhibida, con la grave repercusión que podría tener para el equilibrio oxígeno/dióxido de carbono de la atmósfera. En el medio marino las consecuencias podrían ser igualmente trágicas, ya que afectaría tanto a los organismos unicelulares como a los peces a través de la destrucción de ciertos microorganismos que son la base de la cadena alimentaria en el mar, aunque los efectos negativos se verían atenuados porque la capa de agua superficial constituye un filtro para algunas de las radiaciones más peligrosas.
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